Es frecuente escuchar en el día a día a los medios hablar del ecologismo. Sin duda alguna, es un tema importante. Madrid será verde, o no será. Pero me gustaría poner encima de la mesa una problemática a la que no veo se dé visibilidad ni la sonoridad que se merece: el ruido en las ciudades. Los decibelios también son contaminación, contaminación acústica.
Les voy a poner algunas de las casuísticas en las que el ruido forma parte de nuestras vidas en la calle Maqueda (cerca de los números 14X). Un ruido, en su gran mayoría, molesto penetrante e irritante.
En primer lugar, y como no podría ser de otra manera, los locales de ocio. Desconozco por qué se otorgaron las licencias para tantos locales de ocio juntos (a menos de 100 metros de varios colegios por cierto). No solo son los locales los generadores, sino los visitantes. Estos hacen que la calle se convierta durante la noche en un circuito de carreras, una discoteca al aire libre, un combate callejero multitudinario o incluso campeonatos de percusión con los vehículos aparcados de los vecinos. Imagínense.
Pero no acaba aquí, el depósito del metro y sus reparaciones, el propio metro pasando varias veces por hora con el claqueteo de las vías, el tráfico del intercambiador, las sirenas de los vehículos de emergencia del parque de bomberos, los camiones de la basura, y el ya protocolario vertido del vidrio a medianoche.
El estruendo con el que vivimos durante las 24 horas del día es inimaginable. Pocos minutos hay de baja sonoridad hasta que alguno de los ruidos anteriores marcan su presencia recordando que resides, posiblemente, en el eje con mayor ruido ambiental de todo el distrito de Latina. En Madrid la ordenanza de 2011 marca unos niveles que se están incumpliendo, desde aquí me sumo a cualquier tipo de petición para revisar y controlar estas zonas de ruido para vivir con un volumen más bajo.
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